It’s the ecology, stupid [Es la ecología, estúpido]
Utxesa, Torres de Segre, Lleida, 2013 @Ricard Gutiérrez |
OPINION
Reflexiones en
voz alta sobre los límites de la gestión en espacios naturales litorales
El título del post no es un insulto. Decía ya el siglo
pasado un antíguo Director General mío en el trabajo la frase muy usada en los
USA por Bill Clinton en su campaña contra H.W.Bush padre ‘It’s the economy stupid’ (es la economía, estúpido) refiriéndose a
la necesidad de tener en cuenta parámetros económicos a la hora de gestionar el
medio natural o más genéricamente a la necesidad de priorizar. Ésto, que ahora
parece algo plenamente asumido, no lo había sido tanto hasta entonces. Y hay
que reconocer a la luz de lo visto en algunos sitios que aún no lo está,
primando otros aspectos delante de la lógica de gestión asociada a la
protección de la naturaleza.
Hoy día se me
antoja que tal vez hubiese que darle un giro a la frase inicial hacia un tal
vez más amistoso ‘it’s the ecology stupid’.
Aunque parece que no sea el primero al que se le ha ocurrido. Sí, Ecología. La
que tuve ocasión de aprender de la voz del Doctor Ramón Margalef en sus clases
a las 8 de la mañana que seguíamos unos cuantos sin saber bien que apuntes
tomar. Y tampoco sin saber bien como aprobar. Aunque lo hicimos justito. Y que
me costó digerir un par de años después de superar la asignatura aquel junio en
la Universidad de Barcelona. Pero que tantas satisfacciones de todo tipo me ha
dado a posteriori.
La paradoja del espacio protegido
Avería Vanellus vanellus. © Ricard Gutiérrez, 2003. |
Es tal vez conocido también el caso de como la imposibilidad de inundación natural de la marisma de les Filipines en el delta del Llobregat, Barcelona. Producto de la retirada de herbívoros y de un talud excavado que impedía la inundación de agua de mar de la zona, se alteró la vegetación de la zona y ello contribuyó hacia 1984 a la extinción por aquel entonces de la avefría como nidificante en Catalunya. Y de la canastera localmente en el Llobregat. Tardamos veinte años en recuperarla. Y la avefría no volvió a criar nunca más.
También sería el caso de las parcelas de playa que
se crearon en la misma zona para la protección del chorlitejo patinegro: de
unas zonas arrasadas por las máquinas de limpiar playas se pasó a unas áreas
ordenadas, con pasillos para visitantes coincidiendo con duchas, parcelas
delimitadas por cuerdas, estacas y papeleras y chorlitejos (y lagartijas
cenicientas) felices criando en medio, a salvo del tractor limpiador matutino.
Así fue hasta que la vegetación de la zona, libre de presiones, decidió
multiplicarse siguiendo la natural sucesión ecológica. Y tender a maximizar la
ocupación del territorio, dejando poco espacio libre entre plantas, justamente
el espacio que le gustaba al chorlitejo patinegro. Y probablemente a la
lagartija también, aunque no soy herpetólogo profesional. ¿Resultado? Una zona
botánicamente riquísima con ninguna especie de vertebrado amenazado de
extinción que proteger. Y esta circunstancia se repite sistemáticamente allá donde se protege la playa para esta especie.
Playa dels Salats i Muntanyans, Creixell, Tarragona.2007. Los postes y cuerdas delimitan una zona delante de la duna para la nidificación del chorlitejo patinegro. © Ricard Gutiérrez |
La guerra de sucesión
Sucesión en una laguna (Funte:abc.com) |
Una marisma de inundación temporal no deja de ser un hábitat en ese estadio de mucha biomasa y poca ‘leña’, con sus continuos ‘resets’ de nivel de agua o salinidad. Y hay multitud de aves de diferentes formas y tamaños adaptadas a explotar ese ‘maná’ temporal. Sin embargo, si el hábitat no se altera, las plantas tienden a hacerse leñosas, y aparecen primero arbustos e incluso luego árboles (como Tamarix en marimas) que tienden a aumentar el recubrimiento vegetal. La sucesión tiende a no producir tanto y prima el incremento de ‘leña’, no tan comestible. Baja la relación P/B. Y no hay tanta cantidad ni diversidad de fauna, que sí pasa a ser más especialista pero no necesariamente amenazada o protegida.
Siempre se ha pensado que un bosque climácico es la ‘creme de la creme’. No es el caso de los humedales y hábitats psamófilos. Los humedales costeros, y los ríos, y los bosques mediterráneos, estaban sujetos a ritmos temporales de inundaciones, avenidas, fuegos, que hacían de ‘reset’ para poblaciones de animales que allí vivían. Y aparecían especialistas en vivir en esa ‘cresta de la ola’ que supone aprovechar el principio de la sucesión ecológica.
Con el tiempo y determinadas culturas de
gestión, parece hoy día aún pecado que se desborde un río, que se inunde algún
humedal si corta el acceso a los itinerarios u observatorios o que se pueda
quemar de forma natural algún pequeño trozo de monte, que si es de especies
autóctonas probablemente se regenerará automáticamente. Otra cosa son los
incendios forestales intencionados perseguidos penalmente. O la necesidad de
minimizarlos dada la artificiosidad general del mundo en el que vivimos.
Como consecuencia
de esta falta de conocimiento ecológico en la gestión, o del miedo y dificultades a aplicarlo, algunas especies de
animales especializadas han padecido importantes cambios
poblacionales que se suman a otros factores comunes al resto de vertebrados que
aún tenemos en nuestros campos (impacto de contaminantes, captura directa,
destrucción física de los hábitats…). Y las medidas que se adoptaron para
protegerlos a veces no funcionan. Cada vez menos especies de aves por temas como
los pesticidas o venenos. Pero también cada vez menos Chorlitejos patinegros. O
especies como la canastera que se van de las zonas protegidas para criar en
campos de cultivo. ¿Qué es mejor, las plantas o los animales que viven en sus
hábitats? ¿Qué hay que priorizar? Ya tenemos la discusión montada entre zoólogos
y botánicos que debe ser salvada desde el conocimiento y la observación de la
legislación. Sin que haya vencedores ni vencidos en esta guerra de la sucesión.
Ecológica.
Ecología en directo
Ante la
disyuntiva de tomar decisiones a veces no siempre bien explicadas o comprendidas,
no es de extrañar que especies muy selectivas como el avetoro, que necesita
carrizales renovados en los que se pueda llegar al agua a pescar; chorlitejos
patinegros en playas; o bandadas de limícolas migratorios a la búsqueda de un
lugar donde descansar en sus viajes vayan padeciendo esta gestión del ‘no
meneallo’. O de cosas casi peores como intentar recrear hábitats donde no toca
desde el punto de vista de las condiciones ambientales para la vegetación que
los conformarán. O como figura en alguna hemeroteca, querer ‘trasladar
humedales’ como si piscinas de goma de terraza fuesen. Sic.
Contra esta
situación, legislación aparte, es recomendable escuchar, y bastante, a la gente
que vivía y trabajaba históricamente en aquellos humedales, en aquellas marismas o en aquellas
zonas que los rodean y ver qué hacían antaño en y con aquellas tierras y áreas.
Tal vez era quemar anualmente el carrizal para poder cazar mejor, pero también
para que criasen mejor algunas aves. O tener ganado pastando en las marismas
para que siempre tuviesen el papel que habían de tener y que luego han emulado parcialmente
las depuradoras terciarias. Si los
objetivos de gestión son proteger y recuperar justamente esas especies amenazadas
de extinción, oh curiosidad, que explotan el principio de la sucesión
ecológica, algo habrá que hacer. Y esas prácticas pueden dar valiosas pistas.
GEPIF controlando el carrizal. Utxesa, Torres de Segre, Lleida, 2013 @Ricard Gutiérrez |
La quema controlada circunscribe la gestión a las zonas de carrizo y junqueras y otras áreas valiosas no quedan afectadas. Utxesa, Torres de Segre, Lleida, 2013 @Ricard Gutiérrez |
Por eso no hay que extrañarse si, con todos los informes previos y autorizaciones necesarias, hoy día grupos de agentes rurales especialistas efectúan quemas controladas en espacios naturales protegidos como el Delta de l’Ebre o Utxesa en Catalunya. No destruyen hábitat: aumentan su interés ‘reseteando’ la sucesión para que toda la fauna acuática, pero también la flora, se aproveche. Si hay alguna especie vegetal de interés se defiende o esa área se excluye y ya está.
Y por eso no hay que rasgarse las vestiduras si de tanto en tanto hemos de cortar la vegetación de la marisma o se ha de volver a pasar la máquina por la playa que tanto nos costó regenerar. Si no hay temporales de levante que así lo hagan, habremos de hacer de Poseidón por un día para beneficio de las especies amenazadas que allí criaban. Y que están a punto de extinguirse. Y por las que seguramente se declaró ese espacio protegido. ¿O ya no nos acordamos? No, no es pecado. Como decía aquel, it’s the ecology, stupid.
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